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Fernando Arrabal Ruiz (padre del dramaturgo) en la Prisión de Burgos (dibujo de Colino) y el libro publicada por el escritor en vida del general. Foto: Lis.
2 de marzo de 2009 (608)
Arrabal: Compasión y piedad por todos nosotros.
Con qué celo la memoria aspira a la compasión sin leyes ni historias.
Compasión por los líderes obreros que ordenaron matar a puñaladas a sus camaradas de la disidencia y la reflexión en el Campo de las Calaveras y el exterminio. ¡Piedad para ellos!
Compasión por el Coronel Auditor don Tomás López que condenó a muerte (en su primer proceso) a mi padre (detenido el 17 de julio de 1936 en Melilla) por “rebelión militar”. ¡Piedad para él!
Compasión por los comisarios que fabricaron paredones, carnicerías y degolladeros para linchar en masa la concordia, el amor y la esperanza desde Paracuellos a Albacete. ¡Piedad para ellos!
Compasión por don Juan Astorquiza, médico de prisión, que desde los pudrideros de la intolerancia y la obcecación certificó que mi padre, condenado por un delito de opinión, “sufría ideas delirantes”. ¡Piedad para él!
Compasión por los camaradas dirigentes (encerrados en los marcos de la implacabilidad, el sectarismo y el odio) que condujeron a la desesperación, a la locura o al suicidio a sus camaradas de partido y prisión desde don Jesús Monzón hasta don Heriberto Quiñones, acusándoles de desviacionistas y enemigos de la clase obrera.. ¡Piedad para ellos!
Compasión por el juez don Aurelio Pérez, que testimonió tras la tentativa de suicidio de mi padre en la cárcel, sin aliviar sus tormentos: “Fue hallado bañado en su propia sangre.”. ¡Piedad para él!
Compasión por la camarada del piolet, el fanatismo y el espanto, doña Caridad Mercader, que ordenó a su propio hijo don Ramón matar al disidente don León Trotsky. ¡Piedad para ella!
Compasión por el juez instructor, don Ricardo Blanco, que encepó el 11 de febrero de 1938 a mi padre (joven pintor y teniente recién salido de la academia de Toledo) en la categoría de “pobre de solemnidad” (creada el 19 de noviembre de 1935). ¡Piedad para él!
Compasión por los marxistas ortodoxos que torturaron “científicamente” a muerte en su ciénaga de fundamentalismo, refinamiento y barbarie a sus camaradas heterodoxos del POUM desde don Juan Farré a don Andreu Nin. ¡Piedad para ellos!
Compasión por el mando de la prisión de Ceuta que castigó a los reclusos don Santiago Perdiguero, don Jesús Baños y don Luis Doval, por alzarse al rango de samaritanos y consoladores de mi padre en el presidio de la humillación. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los camaradas obreros que entregaron a la policía franquista y a la calumnia al secretario general del partido obrero catalán acusándole de disidencia e indisciplina. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los autoproclamados “resistentes obreros” que a la liberación de Francia sacaron de las antiguas cárceles nazis a auténticos resistentes del alba y de las promesas para calumniarlos y fusilarlos. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los camaradas del líder obrero don Julián Besteiro calificados por él, en un relámpago de lucidez, de “criminales más monstruosos que los más monstruosos de Dostoyevski”. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los camaradas del general marxista don Enrique Líster calificados por él de “terroristas que sembraron de fechorías infamias y crímenes la retaguardia republicana”. ¡Piedad para ellos!
Compasión por don Amideo Cuesta que, con pelos en el corazón, dirigió la Prisión de Burgos cuando mi padre estaba en el calabozo del rencor y la saña. ¡Piedad para él!
Compasión por los camaradas del “auténtico socialismo” que, con las espaldas cargadas de falacias y de moho, asesinaron a sus compañeros de partido como a don Gabriel López Trilla. ¡Piedad para ellos!
Compasión por el carcelero don Gerardo Llopis que vio, impávido, desangrar a mi padre el 27 de julio de 1937 en el Peñón del Hacho y de la inmisericordia. ¡Piedad para él!
Compasión por los camaradas de don Julián Gorkin: “caníbales políticos”, según la definición de este revolucionario de la hermosura y el coraje, fundador de la primera federación obrera de su región. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los capuletos y montescos que para asesinar a don Pedro Muñoz Seca y a don Federico García Lorca se volvieron matarifes de la poesía, el teatro y la gracia. ¡Piedad para ellos!
Compasión por los comisaros, chivatos, topos, sayones y admiradores incondicionales de Stalin, y Caucescu (hasta sus últimos crímenes) y hoy de los supervivientes del partido único, la mordaza y los campos de concentración. ¡Piedad para ellos!
Compasión por mi mismo que no he sido siempre un justo en tiempos de ira y carroña. ¡Piedad para mí! [Etc.]